El sector del tomate para industria está en alerta por las importaciones de pasta de tomate de China y Chile

El ingreso de producto a menor precio, sumado a una baja en los valores internacionales, obliga a un replanteo de la forma en la que venía trabajando el sector. El sector productivo del tomate industrial atraviesa una crisis marcada por los bajos precios que pagan las empresas en el campo y el riesgo latente de que las importaciones terminen desplazando la producción nacional, sobre todo luego de la salida del cepo.

Economias Regionales - Horticultura28/04/2025CamponoticiasCamponoticias

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El fenómeno, que afecta especialmente a Mendoza, San Juan, La Rioja y Jujuy, amenaza con poner en jaque el autoabastecimiento logrado este año y golpea a toda la cadena de valor: desde productores hasta viveros, cosechadoras y fábricas, según dijeron.

En el país, se consumen unas 600 mil toneladas de tomate al año e, históricamente, no se alcanzaba a cubrir esa demanda con lo que se producía en el país. Pero como traer pasta de tomate del exterior era complejo, por los altos precios, las industrias comenzaron a trabajar de modo asociado con los productores primarios para poder resolver esta asimetría.

Así se llegó a otro hito, que a menudo es citado como ejemplo de una relación menos conflictiva entre el eslabón primario y la industria que en otros sectores, ya que los establecimientos elaboradores financian el cultivo para asegurarse la materia prima. En esto, jugó un rol importante la Asociación Tomate 2000 (una entidad en la que participan productores agrícolas, industrias procesadoras de tomate, prestadores de bienes y servicios, el INTA y los Gobiernos de San Juan y Mendoza).

Pero con el inicio de la apertura de la economía por parte del Gobierno nacional y la eliminación de algunos aranceles, comenzó a ingresar pasta de tomate de China a precios por debajo del costo de producción local, lo que hizo que algunas industrias optaran por no trabajar con los agricultores y trajeran el producto del exterior.

Esto, anticipan tanto productores como industriales, obliga a analizar posibilidades de cara a la próxima temporada, con variables como precio de la materia prima, stocks y planes de producción.

 “Estamos en una coyuntura muy complicada”, resumió Guillermo San Martín, gerente de la Asociación Tomate 2000, que reúne a productores e industriales de las tres provincias cuyanas.

Según explicó, la falta de financiamiento, los altos costos de producción y la presión creciente de las importaciones son los principales factores que explican la situación crítica.

San Martín detalló que, si bien algunos costos de insumos dolarizados comenzaron a bajar, los servicios e insumos de producción local siguen siendo muy caros, comparado con otras partes del mundo. “En la balanza del costo, el componente nacional tiene más peso, por lo tanto, a nivel productivo estamos más caros que otros países competidores, como Chile o China”, dijo.

“Posiblemente la temporada que viene no volvamos a producir tomate, porque la producción nacional se va a reemplazar por la pasta directamente que viene de afuera. Se trae la pasta directamente en un tambor que se abre y eso es lo que se fracciona y se pone en la cajita del puré de tomate”, añadió.

Aseguró que la Argentina carece de financiamiento privado real: “Los bancos no trabajan como bancos, sino como firmas financieras. Un productor que quiere invertir en tecnología para crecer no puede hacerlo. Si accede a un crédito bancario, las tasas son imposibles en un contexto inflacionario”.

Agregó que la carga impositiva — que incluye Impuesto al Cheque, Ingresos Brutos, sellos y tasas municipales — se vuelve insostenible: “En Mendoza y San Juan incluso tenemos dos barreras fitosanitarias, con doble documentación para trasladar tomates. Eso agrega costos administrativos innecesarios”.

A estos desafíos se suma el elevado costo logístico. “Movemos tomate desde Chilecito a Mendoza o a San Juan, y la logística es cara. También está la energía eléctrica, que en la Argentina es muy cara, y no hay inversiones privadas para poder bajarla”, describió.

La asociación estimó que actualmente en el país hay unas 8000 hectáreas de tomate industria, con cerca de 400 productores, de los cuales 200 están nucleados en Tomate 2000 en la zona de Cuyo. “Nosotros representamos el 75% de la producción nacional. Pero el año que viene podríamos reducirnos a un 40% si sigue esta tendencia: la Argentina consume aproximadamente 650.000 toneladas de tomate industria al año, corremos el riesgo que se reduzca un 60%. Con la desventaja que la balanza comercial va a ser deficitaria, se van a ir una buena cantidad de millones de dólares por importación de productos“, alertó San Martín.

Uno de los mayores riesgos es la pérdida del autoabastecimiento logrado en 2024. “Este año ya se está importando más. Si esto continúa, las industrias van a dejar de comprar tomate a los productores y van a traer directamente pasta de tomate en tambores desde China o Chile. Es un producto más barato, pero de muy mala calidad”, señaló.

Según San Martín, la pasta de tomate china es entre un 10% y 15% más barata, pero su calidad es inferior: “Tiene menos color, menos propiedades nutritivas y no sabés qué estás comiendo: puede tener residuos o metales pesados”.

La situación también impacta en toda la cadena de valor. “No solo se afectan los productores. Hay viveros, empresas de cosecha, proveedores de insumos, mano de obra, industrias. Todo está integrado y funciona de forma coordinada. Si esto se rompe, es muy difícil de reconstruir”, explicó y fue tajante sobre lo que se necesita: “Lo primero es el crédito. No pedimos subsidios, pero sí créditos accesibles, con tasas razonables. El productor argentino es competitivo a nivel internacional, pero sin financiamiento no puede crecer”.

En términos productivos, el gerente destacó la calidad de la producción local. “La Argentina tiene un tomate de muy buena calidad, con excelentes propiedades nutracéuticas y podemos exportar. El grupo Arcor, por ejemplo, exporta a Inglaterra y Japón”, dijo.

Por último hizo un llamado de atención al gobierno nacional: “Las economías regionales generan empleo y riqueza en el interior. Si no se atiende esta situación, habrá pérdida de gobernabilidad y un fuerte impacto social. Hay que corregir las variables productivas ya, sino las fábricas van a apagar la luz y cerrar”.

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Productores
Cristian Puebla cuenta que, por segundo año consecutivo, unas semanas atrás, cuando se realizó el Día de campo del tomate para industria, en el INTA La Consulta (San Carlos), recibió un premio a la productividad. Y añade que sabe que no lo logrará un tercer año, porque, por el ingreso de tomate del exterior, “las fábricas están especulando con el tema precio”.

Cuando le entregaron el reconocimiento, añade, anticipó que venía muy complicado el panorama para el sector primario, por la libre importación de productos, que entiende va a reducir la cantidad de hectáreas con este cultivo. Señaló que, si antes las industrias le retiraban 15 camiones con mercadería, esta temporada le han enviado 5 y los tomates quedan en el campo, por lo que, con las lluvias y otros factores del clima, se empiezan a deteriorar.

Detalló que el kilo de tomate para industria llegó a tener un precio de 13 centavos de dólar, pero este año cayó a 11 centavos y, con la oferta de afuera, anticipa que casi seguro bajará a 8 o 9 para la próxima cosecha. Esto, indicó, cuando los productores están festejando el volumen de producción que se alcanzó.

Puebla indicó que la pasta de tomate llega más barata de otros países, por lo que no tiene sentido producirla en el país si el costo es más elevado que importar. “Esta libertad lastima a los que producen”, planteó en referencia a la apertura de las importaciones.

El productor hortícola comentó que ha ido implementando mejoras en su finca, como riego por goteo y cosecha mecanizada, pero que le ha caído mucho la rentabilidad, por el aumento en los costos; en particular, de la mano de obra y de la electricidad. Señaló que pasó de pagar una factura mensual de energía eléctrica de $1.500.000 a una de $12.000.000.

Industriales
José Morales, productor e industrial, planteó que se habla de lo que está sucediendo con el productor primario, pero no se menciona la encrucijada en la que se encuentra la industria. Detalló que seguramente al horticultor se le van a ajustar los precios a la baja en un futuro, pero que las fábricas ya están teniendo el problema ahora.

Si bien aclaró que no está en desacuerdo con la apertura de la economía, ya que por años bregaron por mayor libertad, la importación sin restricciones ha complicado el panorama, porque se ha producido una baja del precio internacional de la pasta de tomate.

Consultado sobre los motivos de este descenso, explicó que interpreta que es como consecuencia de que durante dos o tres años estuvo muy alto, al punto que llegó a US$ 2.500 a US$ 3.000. Eso provocaba que, cuando se quería importar desde Chile, Estados Unidos o, incluso China, resultaba imposible. En el caso del país asiático, si bien el precio era inferior, los fletes, que tenían inconvenientes, encarecían el valor final.

“Por ese motivo se alcanzó el autoabastecimiento en Argentina”, indicó. Y estima que, por esa misma razón, se plantaron más hectáreas de tomate en otros países productores. Pero cuando los precios suben demasiado, planteó, la demanda cae, y con menos compradores y más oferentes, se desploma el precio. Agregó que es posible que la suba también haya respondido a algún accidente climático, pero lo cierto es que se produjo un acomodamiento.

Lo que sucede ahora es que los fabricantes que, como en su caso, apostaron a la producción local se encuentran con que financiaron el cultivo durante un año y tuvieron un costo de US$ 1.200, mientras que, quienes no trabajaron con productores e importaron la pasta de tomate de China -incluidos los aranceles- pagaron US$ 1.000.

Morales avizora que el productor va a tener que adaptarse al nuevo valor para el próximo contrato con el industrial o replantearse si va a plantar menos o dejar de producir. De ahí que anticipa que en la próxima temporada se reducirán los volúmenes de siembra. Esto, porque es de esperar que no se cultive el volumen que se importó.

A modo de ejemplo, indicó que, si se trajo el equivalente a 100 millones de kilos de tomate y se consumen 600 millones de kilos al año en Argentina, en años anteriores se produjo en el país el volumen total, mientras que ahora sólo serán necesarios 500 millones. De todos modos, reconoció que podría no ser de tal magnitud la disminución porque muchas veces las inclemencias, como heladas o granizo, corrigen estos excedentes.

En cuanto a lo que harán las industrias, consideró que cada una deberá elegir qué camino seguir. Una opción será guardar un stock mayor para el año próximo y ajustar los programas de producción. Pero anticipa que sucederá algo parecido al cultivo: en vez de elaborar los 600 millones de kilos, se necesitarán 500, porque los otros 100 se traerán del exterior.

Morales subrayó que le interesa que el precio de la materia prima sea lo más alto posible, porque él mismo es productor y tiene más producción primaria de la que compro. Pero indicó que hubo años es que se hizo un esfuerzo importante para pagar valores mundialmente elevados: hasta 13 centavos de dólar por kilo, cuando en Estados Unidos se pagaba 6,5 centavos.

En esos momentos, planteó, si bien el eslabón primario fue la variable de ajuste al alza, nadie salió a mencionarlo, como si se resalta cada vez que le toca ajustar a la baja. Pese a eso, se mostró optimista de que se logre encontrar un precio de equilibrio, que permita que el cultivo siga siendo rentable y que el productor se mantenga en el negocio -aunque no sea lo mismo que cobrar 10 u 11 centavos de dólar- y que la fábrica pueda también pagar ese valor.

En cuanto a sus planes, lanzó que “no se puede montar una fábrica para 30 años y quedarse sin producción primaria año por medio”, por lo que siempre ha apostado por sostener el cultivo y lo seguirá haciendo siempre que esto sea razonable para la empresa.

Asociación
El gerente de la Asociación Tomate 2000, Guillermo San Martín, explicó que los argentinos comemos mucho tomate fresco e industrializado y que somos el segundo país, después de Italia, con mayor consumo; lo que evidencia las raíces italianas de muchos de los habitantes de este país.

Esto hace que constituya un mercado interesante, al que no se había logrado abastecer por completo con producción local hasta el año pasado, cuando, por primera vez, no fue necesario importar pasta de tomate. Sin embargo, indicó, en 2025, por problemas internos de algunas industrias, se volvió a traer este producto del exterior.

Lo preocupante, planteó, es el precio de la que está llegando de China, con valores por debajo del costo de producción, por lo que temen que se trate de dumping. Esto es, una práctica comercial desleal, que consiste en vender productos en un país a un precio inferior para ganar participación en el mercado y desplazar a los competidores locales. Se debe recordar que en Brasil se le aplican aranceles al ajo que llega desde ese país asiático por esta razón.

En cambio, indicó San Martín, la pasta de tomate que se trae de Chile es más cara que la producida en Mendoza, o San Juan y La Rioja. Este fue el caso de una fábrica que tuvo problemas, por cambios en su estructura, para armar un programa de proveedores.

Pero sumó que, cuando empezó a entrar producto desde China, el precio del tomate empezó a bajar, casi un 30%, y esto complica el escenario para la campaña que viene. “Nos preocupa que caiga la superficie cultivada”, planteó. Por estos días, se está terminando de cosechar, pero el desafío se presenta para fines de 2025, cuando los productores tengan que hacer los trasplantes de tomate temprano (a partir de setiembre en La Rioja y San Juan).

De todos modos, resaltó que las fábricas socias de la entidad están honrando la relación comercial con el productor. Es decir, están comprando el volumen establecido en el contrato. Lo que sucede es que, en temporadas anteriores, podían llegar a llevarse lo producido por dos o tres hectáreas adicionales, porque las industrias “barrían” con la producción y se llevaban más de lo contratado.

Señaló que los productores que no están integrados sí están mucho más complicados, porque no van a poder vender su producción, ya que las fábricas tienen un sobrestock, que se arrastra desde la pandemia, cuando aumentó mucho el consumo y después el mercado se acomodó. También, por la caída en 2024, que impactó incluso en las ventas de supermercado. “Se está vendiendo poco y todos están achicando inventario”, comentó.

Esto lo lleva a estimar que esas 1.500 hectáreas en manos de productores que no tienen contrato podrían no plantarse la próxima temporada, porque han trabajado a pérdida este año. Y es de esperar que eso eleve el precio del tomate en 2026, ya que va a faltar producto.

Por otra parte, San Martín indicó que ese tomate que no se plante va a ser reemplazado por importación y la producción local es positiva para la balanza comercial, porque son dólares que no salen para pagar mercadería que se trae del exterior. En este sentido, consideró que las medidas del Gobierno nacional no se aplican de manera gradual y no tienen en cuenta las realidades de la economía regional.

Posible salida
El gerente de la Asociación Tomate 2000 señaló que la importación de China se produjo en enero y no fue de un volumen tan significativo, porque en Argentina se producen unas 650 toneladas de tomate industria y el primer mes de 2025 se importaron alrededor de 8 mil toneladas de pasta. Pero están atentos porque el ingreso se produjo en enero, mes clave porque es el de cosecha, y porque en todo 2024 se trajeron del exterior 30 mil toneladas. Es decir, en un mes, ingresó un tercio del total del año pasado.

San Martín subrayó que la producción local es competitiva y tiene los mismos rendimientos, por la incorporación de la misma tecnología, que la de países como Chile, Estados Unidos o Italia. Sin embargo, subrayó que la competitividad podría elevarse con menos impuestos - a muchos de los insumos se les aplica el IVA del 21%-, la reducción de las cargas laborales (que encarecen la mano de obra) y el acceso a crédito bancario.

Sobre esto último, si bien acotó que ha mejorado un poco, señaló que aún no es posible para el productor comprar una cosechadora y pagarla con su trabajo, porque los bancos se han desacostumbrado a ofrecer créditos. Por otra parte, si bien los expedientes de solicitud del préstamo se presentan en Mendoza, en la mayoría de los casos la decisión se toma en Buenos Aires, donde no conocen de la producción de tomate.

En cuanto a los costos, indicó que se están acomodando ciertas variables, a medida que la inflación va desacelerando, y esto hace que algunos insumos estén baratos y otros muy caros. Los costos en dólares se han sostenido, por lo que es más accesible hoy el precio de productos fitosanitarios como herbicidas, pesticidas, insecticidas y fungicidas, y también de elementos para el riego por goteo.

Otro elemento que consideró podría beneficiar al sector es si se produce una pequeña devaluación. Esto, precisó, encarecería las importaciones y haría más barata la producción nacional. De ahí que estén muy expectantes de lo que suceda con el acuerdo con el FMI y si llega a significar un ajuste del tipo de cambio cuando se produzca la convergencia con el levantamiento del cepo. San Martín resaltó que, si se mueve apenas $100 a $200 la pasta china pasa a ser menos conveniente que la producida en el país. (CampoNoticias)

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